La cuarentena de Rosita
Un día, hace más de diez años,
con la nariz y la pera rosada
entró a nuestra casa,
esa pequeña bóxer atigrada.
Por eso la llamamos ...rosita.
Entregó y recibió tanto amor,
y hoy se la ve más bella
que cuando llegó.
Está como todos guardada,
y abrigada por nuestro calor.
Cambió los tonos rosas
por canas bien llevadas,
y con solo mirar su paz,
nos alegra cada mañana.
Pero, ayer una imágen atroz
del sueño me despertó.
En las calles frías sin sol
vagando , vi miles de rositas
caminando como perdidas.
Como con miedo.
Corriendo, cayéndose.
Desperté de golpe, corrí
al comedor y allí estaba,
tranquila durmiendo en su almohadón.
Esa mañana hizo frío. Prendí el televisor.
Vi a tantos abuelos, en las calles
que el espanto me abrumó.
Llevando a cuestas la enfermedad
Y el dolor de no ver a sus hijos,
de no poder abrazar a sus nietos,
sin un peso.
Algunos desde la noche anterior,
frente a los bancos cerrados,
mendigando una mísera jubilación.
¡Quien los mandó!
Y Entre blasfemias e improperios
se cruzaron mis viejos, mis hijos,
y mis nietos .Miré a rosita ajena a todo
y entendí la pesadilla.
Pensé en el eterno maltrato y la afrenta.
Cuando la bronca cedió,
acariciando rosita juntos vimos salir el sol.
JOSÉ CORRADO
11 DE ABRIL DE 2020